Enrique Genovar
Danilo Galluci es el propietario del establecimiento La Bety, ubicado en el límite rural entre Lucio V. López y Salto Grande, a unos pocos kilómetros de Rosario, donde aplica un sistema ganadero mixto, una propuesta que preserva el suelo y puede hasta triplicar la producción de la ganadería bovina. Entre otras de sus principales ventajas, el sistema de ganadería mixta favorece la conservación del ecosistema natural.
En diálogo con Agro Hoy, Galluci explicó que empezó a aplicar este sistema en 2007, cuando tuvo que enfrentar los costos de un cierre de exportación. “Se hace coincidir la demanda forrajera con la demanda de la vaca”, explicó, y aclaró que los animales se venden a un recriador con un peso que va de los 250 a los 280 kilos. Sobre la situación actual, advierte: “No hay previsibilidad, y eso no me deja tranquilo”.
—¿Cuándo comenzaste con este sistema y cómo es el proceso?
—En el año 2007 surgió la necesidad, debido a un cierre de exportaciones. Nosotros teníamos un rodeo de terneros y hembras, las hembras quedaron como futuras madres y desde ahí arrancamos. Hoy tenemos 130, las cuales son inseminadas artificialmente en los meses de octubre y noviembre; y en diciembre se hacen repasos con toros. En abril y marzo destetamos los terneros de nuestras propias madres, que pesan alrededor de 180 kilos. Y si las posibilidades se dan en el invierno, y la cadena forrajera lo permite, hacemos una recría a pastos de esos terneros. En octubre, noviembre, vendemos esos animales y así arranca un nuevo ciclo.
El proceso arranca con la hembra, que necesita como mínimo 15 meses para poder ser preñada. Una vez que es preñada y se confirma su preñez, la gestación demora 9 meses. Ese ternero, si Dios quiere, nace en junio, julio, agosto. Se hace coincidir la curva forrajera con la de la demanda de la vaca.
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—¿Nace el animal y cuánto tiempo queda en tu establecimiento?
—Entre seis y siete meses. De aquí lo vendemos a un recriador, engordador. De acá el animal se va con 250, 280 kilos.
—¿Cuáles con las necesidades que tienen hoy?
—Con respecto a lo climático no se pueden hacer muchas cosas, y tampoco ciertas cosas de la fisiología de la vaca. Lo que no sabemos hoy, en este negocio que es a largo plazo, es saber a cuánto podremos vender el ternero que hoy está gestando la madre. No hay previsibilidad de cómo serán los precios que habrá en el mercado cuando sea el momento de vender al animal. Lo que yo quisiera es saber a quién le vamos a vender, y a qué precio, en marzo de 2025, por ejemplo, porque son los terneros que hay que ir preparando hoy. No hay previsibilidad y eso no me deja tranquilo.
—¿El alimento para los animales?
—Lo sembramos nosotros. La base forrajera, en esta zona, es la alfalfa por excelencia. Esta base nos permite cubrir la demanda ganadera que comienza en octubre. Durante el invierno tratamos de llevar las vacas a rastrojos de sorgo, verdeos de soja, de avena, que también sembramos nosotros. Hacemos un pastoreo racional con piquetes diarios de 2.500 metros cuadrados, son dos piquetes por día. Siempre sabemos la cantidad de pasto que estamos dando.
—¿Cuál es la historia de este establecimiento?
—Esto viene heredado por el lado de mi mamá. Aquí vivían mis abuelos maternos, que siempre tuvieron ganas de progresar. Luego mi mamá se casa con mi viejo y él, un tipo pujante y muy inteligente relacionado con el tema de las aguadas, hizo muchísimas cosas. Mi papá volcó su laburo exterior en este campo. Acá hay mucho sacrificio de años, hay mucho dinero invertido. Yo estudié agronomía, me faltan dos materias, a mí siempre me gustó el campo y los datos. Acá la parte agrícola estaba solucionada, por así decirlo; pero yo creí que desde la ganadería se podía crecer mucho más. Hay que estar todos los días acá, tengo una hija (Delfina) y me pierdo momentos de estar con ella, pero el campo es así.