María Soledad Aramendi es diferente a lo que el imaginario colectivo espera encontrar al entrar al tradicional edificio de la Sociedad Rural en el centro de Rosario. Y no sólo por ser la primera mujer en ocupar la presidencia de la institución. Rodeada de imágenes de presidentes con prosapia, y de muebles que arrastran décadas y décadas de lustre, en el diálogo con Agrohoy Aramendi demuestra sencillez y naturalidad, con mucha gestualidad, casi en el borde del histrionismo.
“Sole”, como le llaman los más cercanos, es dueña de un discurso que todo el tiempo explora los límites del gremialismo empresario, como si le resultara insuficiente el rol que ocupa y quisiera bucear en soluciones aún más integrales.
En el 2001, en medio de sus estudios de medicina que nunca completó, asumió el control del campo de su padre en Villa Cañás, a los 22 años, cuando su familia enfrentaba deudas con el Banco Nación que ponían el capital de tantos años “al borde del remate”. Por si esto fuera poco, también sufrió una inundación inédita en más de 100 años. “Uno a los 22 años uno no sabe nada, pero como en cualquier cuestión de la vida hay que saber rodearse de las personas que lo saben hacer”, le confió a Agrohoy Aramendi. “La cuestión era resolver, cumplir y tener la palabra de que todo se va a hacer en tiempo y forma”. Esa fue la fórmula que utilizó para salir adelante.
Hoy, a más de 20 años de aquel inicio, analiza el nuevo gobierno nacional y, aunque “apoya el cambio”, advierte que todavía no hubo medidas a favor de la producción. Y aclara que si no llegan esas medidas tampoco llegarán los dólares que el gobierno espera del campo: “Si quieren que haya ventas, van a tener que hacer cambios”.
—¿Cómo fue el inicio de tu relación con el mundo del campo, en tu Villa Cañás?
—Nací en una familia de descendientes vascos, cien por cien, donde siempre han trabajado en relación a la producción agropecuaria. Una rama de la familia venía de los ramos generales. Siempre vivimos en el pueblo, pero la actividad económica de la familia, tanto por parte de madre como de padre, siempre fue la actividad agropecuaria. Entonces, el tema estaba en la mesa diaria, era el tema de mi casa, siempre con el sentido de involucrarse y en el sentido de que había que cuidar y trabajar por algo que era el sustento de la familia, algo que venía desde siempre. Es parte de mi vida desde el día uno.
Soy única hija, o sea que también lo vivía con la responsabilidad en todos los sentidos, tanto por mis padres como por la empresa familiar, de hacerme cargo y sostener algo para que siga funcionando en el tiempo, más allá de todos los problemas que hubo. Todos en mi familia tuvimos la libertad y la oportunidad de estudiar, incluso tíos abuelos que salían afuera a hacerlo, cuando no había la oportunidad de tener el desarrollo educativo en el interior. Cada uno tuvo la oportunidad de estudiar la carrera que quisiera, yo también, pero a veces la vida hace que uno tome la actividad.
—¿Qué tipo de producción tenían?
—En realidad, la producción nuestra siempre fue mixta, agricultura y ganadería. El campo para mí era un juego, era recorrer jugando. En el mejor de los sentidos, pero viendo y compartiendo lo que estaban haciendo los mayores, así que uno acompañaba, recorría y jugaba, mientras ellos hacían lo que tenían que hacer.
—Hablaste de tus estudios, ¿qué carrera elegiste?
—Estudié primero medicina y después arquitectura. Dejé medicina en el 2001 y me hice cargo del escritorio de mi papá. Fue el 11 de septiembre de ese año, el día de la caída de las Torres Gemelas, en medio de una situación, en el sur de Santa Fe y en todo el país, donde muchos productores tenían créditos hipotecarios con Banco Nación, por diferentes motivos, y a su vez el sur de Santa Fe se inundó por primera vez en 100 años, de una manera inédita, y eso nos dejó a todos paralizados. Mucha gente grande se ahogaba en un vaso de agua. Nosotros teníamos muchísimos compromisos asumidos, en un campo que era una pileta, más todas las obligaciones económicas y financieras. Había que solucionar el tema, porque todo iba a remate.
En ese momento me hice cargo de los problemas que para mí en ese momento eran de los mayores, pero en realidad estaba en juego el capital de mi familia, no solamente la producción. Por los créditos bancarios, y las obligaciones a cumplir, todo estaba involucrado en remates. A ese extremo se llegó y gracias a Dios se resolvió bien.
—¿Cómo fue esa experiencia, en el marco de una crisis tan grande y siendo muy joven?
—Uno a los 22 años uno no sabe nada, pero como en cualquier cuestión de la vida hay que saber rodearse de las personas que lo saben hacer. En este caso lo que hice fue rodearme de profesionales que sepan orientar, tomar una estrategia, llevarla adelante y después cumplir. Cumplir y tener palabra. Cuando uno viene de familias viejas, y se asumen las deudas y la presión, a veces tu apellido está por el piso. Acá la cuestión era resolver, cumplir y tener la palabra de que todo se va a hacer en tiempo y forma, más allá de los papeles que había que firmar.
Seguí estudiando arquitectura y me fui involucrando en la cuestión gremial.
—¿Cómo fue ese involucramiento?
—Lo que ocurrió fue que cuando nos inundamos en el sur de Santa Fe yo me imaginaba la reunión de muchos productores para poder hacer frente al problema del agua, porque nos involucraba a todos. Yo siempre pensé en lo macro y en las organizaciones. Siempre tuve esa necesidad de agrupar y de llevar a cabo las gestiones necesarias para resolver algo tan importante como las inundaciones en aquel momento, o la infraestructura necesaria. Yo quería empezar a involucrarme en los espacios gremiales porque son espacios donde uno puede informarse, puede capacitarse, puede compartir los problemas con los pares, porque a veces no lo podés hacer ni con tus amigos ni con tu familia. Eso hizo que me volcara, como yo vivía en Rosario, a la Rural, para estar rodeada de pares y de profesionales y de personas que con su experiencia me pudieran guiar y orientar.
En un momento, después de la 125, donde todos participamos de aquella movida de alguna forma, uno venía los grupos de jóvenes y era muy motivador, porque queríamos cambiar la realidad. Y había mucho auge de reuniones de jóvenes y yo quería ser parte de todo eso. Porque uno quería cambiar la realidad productiva.
—¿Por qué la Rural y no otra organización?
—A la Rural llegué por vínculos, por contactos, por amistades. Primero fui parte del Ateneo, que son los grupos de jóvenes. Los congresos del Ateneo son los mejores, por su gran motivación. Después, ya más grande, pasé directamente a la Comisión Directiva. Del Ateneo pasé a ser secretaria, después vicepresidenta por dos períodos y finalmente a la Presidencia.
Pero todo fue un tema de trabajo, mucho trabajo, ponerse al hombro una institución que en su momento también perdió el predio, y eso te quita actividad, exposición, y entonces cuesta muchísimo más todo. Esta es una Rural base, pero desde siempre tuvo socios que han trabajado en todo el país. Es natural que a lo mejor un socio que ha trabajado en comisión directiva trabaje en otras provincias. Tenemos gente que habitualmente viene y que trabaja en Corrientes también. Rosario, desde la fundación de la Rural, además de lo agropecuario siempre trabajó en el desarrollo regional. En el desarrollo de toda la parte ferroviaria, vial, después con los años, rutas, puertos, aeropuertos. Gente de esta casa formó parte de las comisiones directivas que fundaron el Hospital Centenario, siempre involucrados también con el desarrollo universitario, para el desarrollo en general de la ciudadanía, no era solamente lo productivo.
—¿Cuál es tu mirada sobre la relación entre las entidades del campo y los diferentes gobiernos?
—Hay grandes dificultades para llevar adelante las gestiones. Siempre nos chocamos con la voluntad política de turno, pero realmente falta una organización estratégica, previsible, de lo que es el campo en la Argentina. Vemos cómo es la acción gremial en otros países, como Brasil, y la verdad estamos a años luz, no solamente por el accionar gremial, sino porque realmente hubo una unión de lo privado con lo público, y lograron políticas de Estado a largo plazo.
En Argentina falta organización, hay gran individualismo y mezquindad, lo que hace que el campo no esté unido realmente. El productor trabaja muy puertas adentro, no puertas afuera, no con el compromiso ni con la responsabilidad. Muchos dicen “somos los mejores productores del mundo”. Sí, pero si no tenés políticas acordes, como pasa en cualquier actividad, no sirve de nada. Porque vos podés producir lo mejor, pero si no tenés reglas de juego claras para la venta, o mercados de referencia, o una cadena equilibrada, tu producción no vale nada.
O tenemos una presión impositiva atroz, donde cualquier producto que consumimos tiene el 40 o el 50 por ciento de impuestos. Entonces, falta mucho por trabajar en todo eso. Para generar los cambios necesarios en el país, para que todo lo que hacemos dé los réditos necesarios.
—¿Fue difícil llegar a la presidencia de una entidad tan tradicional?
—Sinceramente no hubo ningún problema con eso. Simplemente fue una cuestión de trabajar y de perseverar. Mucho trabajo, mucho compromiso, responsabilidad, y perseverar en el tiempo. Vengo del ámbito privado, donde también todos nos hacíamos cargo, hombres y mujeres, desde siempre. Y al contrario, a veces tomando el compromiso de los otros. Hoy en día la mujer ocupa los ámbitos universitarios, de investigación, de gerencia.
Estamos en un mundo donde hay diferencias, es real, pero pasa por una cuestión de trabajar para que todos tengamos las mismas oportunidades y por la actitud que tengamos en el ámbito donde estemos, y cómo nos sepamos manejar en grupo, en quipo, en red. Las diferencias nos fortalecen, nos complementan. Fue una cuestión natural, de trabajo, de compromiso, y de perseverancia.
—¿Cómo estás viendo este arranque del gobierno de Javier Milei en relación al campo?
—La situación es dura, porque realmente, por lo que se ve, van a querer acomodar la macroeconomía, lograr acomodar el déficit fiscal, y que la microeconomía se acomode sola. El problema es que no todo el mundo va a poder acomodarse en la micro, cuando a lo mejor no están dadas las herramientas. En gobiernos pasados se destruyó la macro y se generó la solvencia necesaria como para que la microeconomía siga funcionando. Hay deficiencias.
—¿El campo apoya los cambios?
—En realidad el campo apoya el cambio, sí lo apoyamos, pero no por un color político sino porque sabemos que es necesario llevar los cambios adelante. Todavía no tenemos ninguna medida a favor de la producción, esa es la realidad. Necesitamos un tipo de cambio único y alto. En su momento se acomodó un poco el tipo de cambio, pero la brecha continúa. Entendemos que un tipo de cambio alto afecta al resto, se necesitan acomodar otras variables. Se necesita eliminar las retenciones, y este gobierno propuso aumentarlas. Y el campo se opuso.
Hoy estamos solicitando medidas para lo que es la producción de trigo, porque el gobierno se lleva el 80% de la renta del trigo. Es inviable en cualquier actividad que el gobierno se lleve ese porcentaje. Después, otra cuestión, el Impuesto País no debe existir, como tantos otros. Pero el Impuesto País es nuevo, y lo aumentaron a un 17,5% en todos los insumos que se importan. El campo consume insumos que se importan y estamos solicitando una baja y una eliminación. Se habla de que puede haber algunos anuncios para el trigo. Los esperamos.
Y además hay otra cuestión, los precios internacionales están bajos, y cuando no tenés otras variables a favor dependés del precio y del clima. Con precios internacionales bajos, y ante estas medidas, el productor se va a calzar sobre los granos, se siente sobre los granos y no venda, exceptuando las obligaciones a cumplir. Si quieren realmente que haya ventas, para generar las divisas necesarias para la economía, van a tener que hacer cambios.
En la inmediatez, las medidas son necesarias para poder encarar la campaña fina, para poder lograr que haya ventas, y después porque en la normalidad de una actividad uno necesita otras variables para confiar y poder invertir. Los recursos deben quedar siempre en el privado, no en el Estado. El Estado debe recaudar en el impuesto a las Ganancias. Los recursos deben quedar en el privado, para que invierta, genere recursos, trabaje, y después esos recursos generen una ganancia. Para que se genere esa rueda virtuosa que se extienda al resto de las actividades. Hoy en el campo no está ocurriendo y además venimos de años y años de sequía climática, sequía atroz, una sequía económica, de una confiscación que viene de hace años y eso fue generando que cada día se invierta menos.