Por Daniel Zecca
El 12 de junio cumplió 81 años. Muchos lo recuerdan por sus incursiones políticas, siempre de la mano del liberalismo: en los 90 con Carlos Menem, como diputado nacional; más cerca en el tiempo con Mauricio Macri, como director del Banco Nación. Carlos Castellani ahora apoya al gobierno de Javier Milei, aunque reconoce que debió bajar sus proyecciones de venta anual de 300 a 170 sembradoras. Conduce una de las fábricas de sembradoras líderes de la Argentina, Apache, con más de 67 años de vida. Reconoce que la empresa y la política son sus dos pasiones, que las lleva “en su ADN”, y se queja porque “Argentina se fue quedando en el campo”, en comparación con otros países vecinos.
—¿Se anima a definir esa convivencia entre sus perfiles de empresario y político?
—Yo digo siempre que tengo tres pasiones: la familia, que es la principal, la política y la empresa. Y también que no puedo despegarme de ninguna. La familia obviamente está, pero entre la empresa y la política a veces hay que definir y dedicarse de lleno para llegar un poco más lejos. Este es el ADN que tengo, estoy en la fábrica y me llaman por cosas de la política, y viceversa. A la fábrica no falto y siempre estoy. Me gusta porque son dos pasiones importantes. Tengo una empresa que ya tiene 67 años, con 250 empleados, donde mi padre compró las primeras acciones.
Son dos cuestiones que las llevo siempre, aunque ahora tendré que ir aflojando un poco. Hice desde gremialismo empresario hasta la política, ocupé cargos, y en la empresa, Apache, producimos un buen producto para el campo, que es la sembradora, muy fuerte, muy buena, y que además exportamos. Fuimos de los primeros exportadores, a países como Guinea, República Centroafricana, en los 80, donde había crédito de país a país, y entonces se facilitaba ese tema. Pero después con Bolivia, con Sudáfrica, con Uruguay ahora, y probablemente Bulgaria, Paraguay y Rumania también incorporemos. Y acá la gente que tiene Apache nos llena de elogios y algunas veces alguna crítica también.
—La familia, la empresa, la política, ¿dónde encuentra el reconocimiento mayor?, o ¿dónde le gusta encontrar el mayor reconocimiento?
—La familia es indispensable, tengo dos hijas, la verdad es que la familia es lo más importante, pero la política me puede, porque yo creo que la política es ideología, y un poco me gustó por eso, porque la ideología es algo inherente a la forma de conducir un país, que te puede llevar al progreso o no, y eso siempre lo defendí, porque soy de extracción liberal y me parece que la actividad privada es la columna principal de la economía de un país y siempre he defendido ese tema. La política siempre me atrapó desde ese punto de vista y la empresa también, porque significa lo que uno quiere hacer, cómo progresar, y me pongo firme por todo el personal que tengo a cargo.
—En Argentina los empresarios suelen ser más proteccionistas que liberales, ¿eso lo vive como una contradicción o cree que la contradicción está del otro lado?
—Me parece que ser proteccionista no te ayuda nada, y me parece que la competencia te hace mejorar, pero sí defiendo una competencia que sea leal, porque si desde afuera abren la economía y vienen con una chapa que vale la mitad de precio que acá, o como con el trabajo que en algún momento fue en China, a precios irrisorios… La ley dumping está en la Argentina, pero no se usa. Yo visité a Pablo Lavigne, que es secretario de Industria, estuve con Guillermo Francos, que fue diputado conmigo, y siempre les digo que la competencia es buena, pero tiene que ser con la ley antidumping. Tiene que ser una competencia leal, por un lado. La invasión porque sí, con precios de dumping, no la defiendo.
—¿Cómo analiza la situación económica actual?
—Yo pienso que Argentina fue descendiendo un poco en su competitividad. El país decayó. Nuestra inflación llegó a ser de las mayores del mundo. La inflación para mí es sinónimo de la decadencia de un país. Yo creo que la soberanía de un país comienza por tener moneda propia. No el dólar ni lo que fuera, que puede estar o no. Pero uno tiene que tener una moneda sana, como había en la época de nuestros abuelos. Porque la inflación al que más perjudica también es al que menos tiene, porque el que trabajaba, ganaba y ahorraba un peso, se siente bien cuando puede aunque sea comprar algo. La inflación, aún a los que pueden, les hace tomar malas decisiones.
A mí me interesa que la macroeconomía de un país esté bien, para que después podamos hacer más o menos lo que sabemos hacer, teniendo una moneda sana, un Estado que se ocupe seriamente de las cosas que tiene que ocuparse, que son la salud, la justicia, la educación, la seguridad, y que lo demás lo puede desarrollar la actividad privada.
En el tema del campo, el 90 por ciento de lo que se siembra en Argentina es con siembra directa. En otros países no es así, por el clima, por algunas otras cuestiones. Argentina creció mucho en el campo, pero últimamente está estancada. Esa costumbre que tenemos nosotros de no reconocer a las empresas internacionales que trajeron algunas semillas que eran de su impronta, y después acá siempre tratamos de no pagar. Y se fueron a otros países. Brasil ha crecido muchísimo, es una potencia total en el campo. Nosotros no hemos avanzado tanto, estamos con eso de que el campo le da de comer a 400 millones de personas, pero todo sigue, todo avanza y Argentina se estuvo quedando un poco.
Sobre las retenciones, yo creo que los impuestos tienen que ser pocos, que el Estado pueda quedarse con esos impuestos, pero que no traben la productividad. En otras partes, los que producen no tienen retenciones como acá, del 30% o 25%, que es un montón, no tienen dos tipos de cambio, donde le pagaban al productor a un cambio que valía la mitad o el 70% del dólar. Hay productores argentinos en Uruguay, o en Bolivia, que te dicen “mirá la liquidación, todo en dólares”. Esas cosas hicieron que muchos se fueran a producir a otros lugares y eso ha perjudicado.
Pero igualmente las fábricas de maquinaria agrícola y el campo se han desarrollado, están vigentes, estamos esperando que las cosas salgan. Este gobierno dice “no hay plata”, pero creo que ese es el camino que tenemos que hacer. Reconozco que estamos en una situación difícil hoy por hoy, pero también tenemos que ver de dónde venimos, y cuál sería la situación en caso de seguir con las políticas que se ensayaban antes. Yo creo que íbamos en picada, como muchos países del mundo que siguen descendiendo, como Cuba, Venezuela, y muchos países que han tenido riqueza y que no han podido capitalizar eso. ¿Cuánta gente venía a la Argentina?, nosotros estamos por nuestros abuelos, italianos, españoles, de muchas nacionalidades, porque éramos un lugar de crecimiento, de promesa, y hoy vemos que muchos profesionales se van a otros lugares también.
—¿Cómo está la situación en la empresa hoy? ¿Cómo están las ventas?
—Nosotros teníamos un proyecto para 2025 de 300 máquinas y no vamos a llegar a 170. Teníamos la idea de llegar a 2025 con 300 máquinas. Estábamos en ese camino, estábamos en 200 sembradoras, pero también ese tiempo donde uno se beneficia con esa inflación, que yo creo que es mala, hacía que muchas veces compren desmedidamente, y teníamos plazos de un año de entrega. Pero había que comprar los materiales, tener un galpón aparte, porque uno después no podía entregar lo que te habían pagado antes. Pero hoy nosotros el plan lo tuvimos que bajar. En lugar de las 300 máquinas a las que íbamos a llegar estamos en 160, 170, estamos peleando para que podamos llegar a las 200 máquinas. Tenemos esa esperanza. En este año vamos a estar en 150, pero uno siempre tiene fe de que podamos estar en 170 el año que viene, o 200.
Nosotros hacemos planes, pero después tenemos los viajantes de las distintas zonas que nos dicen “yo voy a vender tantas máquinas”, pero después eso lo tenemos que ir reajustando. Pero nosotros en cierta forma hemos crecido. En el rubro exportaciones, hay países como Bolivia que tampoco tienen dólares y que el concesionario tiene la venta hecha. Tuvimos que suspender entregas a algunos países, porque también como nosotros tenían algunos problemas para girar las divisas.
—En la provincia hubo un debate sobre el régimen para grandes inversiones por la competencia desleal que generaba con el sector productivo, incuso el gobernador Pullaro sentó posición, ¿cuál es su mirada?
—Eso se mejoró un poco. Creo que el gobernador es un tipo que está atento. Creo que la Región Centro también es una buena cohesión para defender la producción. Y algunas cosas se mejoraron, en el sentido de que las inversiones de afuera que vengan tednrán que ser con una competencia leal. Todavía creo que no está bien definido todo eso. Yo creo que las inversiones externas pueden mejorar, siempre que sean útiles acá, generen movimiento y trabajo. Uno puede ir cambiando de actividad, pero tiene que haber algo que sea para largo tiempo, y que Argentina pueda disfrutar de eso.
Argentina tiene 400 mil millones de dólares fuera del país, y acá estamos penando porque debemos más de 400 mil millones de dólares. Yo pregunto a quién le conviene tener la plata afuera, sería mucho más cómodo tenerla acá. Eso es lo que hay que hacer. Cuando uno sabe que su moneda vale y que acá hay seguridad, el dinero debería volver, porque no es cómodo hacerlo de otra manera. Y ahí las inversiones serán propias, de alguna forma. Mientras tanto, a veces la elección de un gobierno también está en hacer venir a algunos capitales, y esperamos que la competencia sea leal.
—Usted es un liberal clásico y ahora tenemos en el gobierno a un anarcocapitalista, un liberal extremo. ¿Cómo piensa que la irá al gobierno actual?
—Yo creo que íbamos mal. Siempre cuestionamos las épocas en las que la moneda no valía, donde el deterioro estaba y donde la pobreza aumentó muchísimo. Y toda esa política no llevaba a que los pobres mejoren o a que haya más trabajo. Hubo trabajo, relativamente se fue perdiendo, pero hay cinco millones de trabajadores que no tienen obra social. A mí me parece que si no hay tantos impuestos y no hay tantas rigideces, todo se ordena. Argentina es uno de los países que tienen más emprendedores, que después a los dos o tres años se frustran, decaen, y tienen que hacer otra cosa. Sin tantas trabas podría haber mucha gente que esté integrada al sistema. Y el Estado cobraría menos impuesto, pero a más gente, y la plata queda en el país. Porque es increíble que debamos tanta plata y tengamos tanta plata afuera también.