Por Daniel Zecca
Federico Boglione es la cuarta generación de una familia de emprendedores que llegó de Italia a principios del siglo XX. Líder de un grupo económico que combina la producción ganadera con la fabricación de alimento balanceado y la industrialización de la producción láctea -entre otras actividades-, es voz autorizada para hablar del momento económico que vive la Argentina. Si bien cree que el ajuste era necesario, no ve que sea suficiente como salida y siembra voces de alarma sobre el nivel del tipo de cambio y la baja del consumo, entre otros temas.
Boglione asegura que en este momento “a ninguna empresa le está yendo bien” y advierte: “No veo el ajuste del lado de la política. Sí veo el ajuste del pueblo”. El hijo del ex titular de la Bolsa de Rosario y de la ex aceitera Santa Clara, productora de la histórica marca Patito, es hoy también un productor clave de leches infantiles, y desde ese lugar advierte sobre la baja dramática en el consumo: “Un chico que se alimenta mal es una Argentina para el futuro destruida”. Aunque cree que el gobierno todavía tiene tiempo de corregir, avizora que ese plazo finaliza “en marzo del año que viene”.
—¿Quién es Federico Boglione?
—Federico Boglione es un ciudadano de la ciudad de Rosario, una persona que quiere mucho a la ciudad de Rosario. Nací acá, viví acá y espero terminar acá.
—¿Y en tu rol de empresario?
—Me tocó agarrar el desafío que dejó mi papá, que es el de manejar la empresa que nos dejó a nosotros. Nosotros somos tres hermanos y yo fui el que le tocó agarrar el desafío de seguir.
—¿Cómo definís el grupo empresario que estás liderando hoy?
—Es un grupo agroindustrial, que tiene campos, que tiene empresa de alimento balanceado y empresa de leches en polvo y leche especiales. Cuando digo leches especiales son las leches infantiles. Nosotros hacemos las leches a Danone, que es la marca Nutrilón y a Roemmers, con la marca Sancor Bebé. Nosotros no tenemos marca propia en leches infantiles, sino que hacemos fasón para terceros.
Ver esta publicación en Instagram
—Por la impronta del grupo que liderás, sos uno de los empresarios más capacitados para hablar de este dilema en la Argentina: campo o industria. Hasta dónde, cuando y cómo ajustar el valor agregado en la Argentina.
—A ver, dilema campo-industria, yo creo que no tendría que existir y existió toda la vida. Yo creo que lo que hay que entender es que la cadena es entera, y lo que le tenemos que dar como argentino es el producto terminado al mundo, y no ir despachando cereal, llamémosle en crudo. Todo tiene que tener su proceso acá y mandarlo. Y para eso obviamente hay que hacer un trabajo muy grande. En el gobierno, en todo, para fomentar bien las exportaciones y el producto argentino.
—Esta frase histórica de la Argentina supermercado del mundo, ¿puede transformarse en realidad? ¿Es exagerada?
—Creo que la estamos perdiendo. En Argentina teníamos la carne de mejor calidad del mundo. Podíamos exportarle a todos. Podíamos salir al mercado diciendo, con orgullo, la mejor carne. Como dicen, nosotros producimos alimentos para 500 millones y somos, pongamos, 40 o 50 millones que vivimos acá. O sea que hoy no tendría que haber hambre en la Argentina, si estuviera todo bien manejado no tendría que haber hambre. Si producimos para 500 millones y somos 50, nos tendría que sobrar comida. Yo veo que nosotros nos dormimos en los laureles, como hacemos muchas veces, y decimos “nosotros tenemos la mejor carne del mundo”. Pero hoy Brasil nos pasó por encima. A lo mejor todavía no en la calidad, pero lo que está invirtiendo en Brasil para mejorar la calidad de la carne, es tremendo. Entonces en unos años la carne va a pasar a ser un commodity, en vez de una cosa especial, y nosotros teníamos una cosa especial. Salíamos al mundo y todo el mundo cuando vos vas a quedarte, dice “Argentina, bife, carne”. Hoy hay muchos países que nos están sacando de ese lugar. Y así con un montón de otros productos. Nosotros, lamentablemente, por todo lo que nos ha tocado vivir de todas las políticas malas que hubo todos estos años, que fueron en contra de la producción, todo. Nunca tuvimos una política bien trazada de exportación. La exportación te exige calidad y calidad y calidad. Vos no podés cambiar y decir “te mando carne buena hoy, mañana te la mando mala”. Porque la gente se cansa y te dice “se acabó”. La gente en el mundo lo que quiere es confiabilidad. Por eso me parece que eso de lo que tanta alharaca hacemos, despacio lo vamos perdiendo.
—¿Cuál fue el último momento en la Argentina que vos visualizás que hubo políticas correctas a favor de la producción y la exportación?
—Más que políticas correctas, yo creo que hubo momentos de la Argentina, como la salida de la crisis del 2001, donde teníamos los commodities a unos precios que volaban, y teníamos un montón de cosas para decir “salimos o salimos”. Y eso quedó demostrado: ¿cuál fue la última ciudad que despegó en la Argentina? Buenos Aires. El interior, Rosario, voló mucho antes. ¿Por qué? Porque el campo empezó a generar y eso tuvo un poder de reacción grandísimo. No nos confundamos. Rosario vive del interior. Rosario vive de todas las ciudades del interior, donde toda la gente manda a su hijo a estudiar Rosario. Tenemos la suerte de tener la Pampa Húmeda pegada, y todos los hijos de los del interior vienen a estudiar acá. Eso le da un movimiento a la ciudad gigantesco. Obviamente, tenemos que levantar la ciudad, la tenemos que levantar, tenemos que tratar de corregir un montón de cosas malas que no pasaron en la ciudad, sí. Pero también creo que no es sólo culpa de los políticos, sino que lo tenemos que sacar adelante entre todos. Acá tiene que haber una unión público-privada muy fuerte.
Y en ese sentido creo que (el gobernador Maximiliano) Pullaro está escuchando y se está sentando con los empresarios, sobre todo con la Bolsa de Comercio tiene mucha relación. Y eso viene bien, porque vos te nutrís, no solamente de la política, sino de lo que te opinan los empresarios. Y el empresario tiene que aprender a decirle la verdad a los políticos. No trata de quedar bien, ni nada, sino de decirle la verdad.
—¿Quién notás que quiere escuchar la verdad?
—Yo, a nivel provincial, creo que Pullaro quiere escuchar la verdad. Por lo que me han comentado gente que está allegada y que está trabajando, digamos, del lado empresarial con Pullaro está dispuesto. Yo estuve en una reunión con él, donde éramos varios, y me llamó la atención el profesionalismo que tenía. El primer tema que me sorprendió fue la puntualidad. Dijo a las 10 y a las 10 arrancó la reunión. Eso ya es un síntoma de respeto hacia el otro. Y dijo que iba a poder estar hasta las 11 y media y a las 11 y media se fue. Pero vino con todo el equipo de él, computadora en mano, anotando, preguntando, y recibiendo cosas buenas y cosas malas. Porque había felicitaciones por lo que estaba haciendo y otras que lo criticaban. Sin embargo lo tomó para bien. Espero que pueda llegar a demostrar realmente un cambio. Y con esto no quiero decir que tenga bandera política ni nada, ¿eh? Digo lo que me tocó vivir a mí.
—Entonces el post 2001 fue el último proceso virtuoso según tu mirada, que luego se fue desgastando de a poco.
—Fue ese pico y después despacito se fue desgastando, sí.
—Y ahora llegamos a un gobierno que aparece como disruptivo, que rompió con un montón de lógicas. ¿Qué cambió para bien y que cambió para mal?
—Cambió para bien que la gente joven se involucró en la política, porque creo que este cambio de un presidente disruptivo como es Milei lo hizo la gente joven. Y de hecho hoy la gente que más lo sigue apoyando es toda la gente joven. Cuando (el ministro de Economía Luis) Caputo estuvo en la Bolsa sorprendía que los que le pedían fotos eran todos chicos de 19, 20 años. Es la gente joven la que lo apoya, lo empuja, y la que quiso un cambio realmente de vuelta total. Esperemos que no le haya salido mal la lección a los chicos.
Por otro lado, él ha prometido atacar el tema de la corrupción, en su campaña. Yo creo que al principio se venían descubriendo cosas. Venían apareciendo. Pero veo que eso está medio frenado. Y creo que no vimos resultados finales. No sé si porque la Justicia es muy lenta, o qué, pero no vemos resultados finales. Han saltado casos de corrupción gigantescos y sin embargo yo no vi ningún resultado, no vi a nadie preso, no vi nadie que estuviera condenado. Me parece que eso le está faltando a este gobierno.
—¿Y desde lo económico?
—A nivel económico creo que a ninguna empresa le está yendo bien. Es muy difícil que te vaya bien. Obviamente que las tarifas había que acomodarlas, no se podía seguir con todos estos subsidios, pero creo que los costos argentinos están siendo muy caros. En el caso nuestro, que una empresa exportadora, los costos están muy altos. Hoy por hoy tenemos un costo muy alto para ser competitivos en el mercado mundial. Subieron mucho los costos en dólares. Yo entiendo que una devaluación no va, que no es la vuelta, pero tampoco nos podemos encarecer tanto como país. Porque vamos a quedar afuera de todos los mercados. No se va a poder exportar. Y el mercado interno no consume todo, porque si producimos alimento para 500 millones vamos a tener mercadería que nos sobra. Vas a ir a pérdida o vas a salir hecho con lo que vende el mercado interno. Entonces me parece que es una ecuación difícil de resolver. Soy consciente de que si devalúa la inflación se te dispara.
—El gobierno dice que va a ganar competitividad quitando impuestos.
—Ojalá, por ahora no lo vi. Pero bueno, también hay que darle tiempo. Convengamos que había una bomba de tiempo que le iba a explotar, tanto a (Sergio) Massa como a Milei. A alguno de los dos. Estos lograron por ahora que no explotara, que no es poca cosa, que no explote esta bomba de tiempo. No es poca cosa, pero bueno, a ver, el consumo ha bajado una barbaridad, el consumo interno ha bajado una barbaridad. Nosotros un tema que estamos viendo como empresa, y que nos preocupa, es el tema de los lácteos. La venta bajó en general entre un 15 y un 20%, el tema de consumo de leche en polvo bajo un 30%. No estamos consumiendo leche, un alimento básico para los chicos. Si vos estás viendo que hay fábrica que te dicen “che, mira que bajó mucho el consumo”.
El gobierno puede decir, “mira, nosotros reemplazamos los punteros esos a los cuales le vendían leche y después eso lo usaba políticamente”. Pero si eso se sustituye por una tarjeta, hay que ser muy conscientes de hacer una buena auditoría. Si baja el consumo quiere decir que esa plata no está yendo todo a comprar leche. La leche, el arroz o lo que se haya definido que se puede comprar con esa tarjeta. A mí me parece que el gobierno va a tener que hacer buena auditoría, porque si sacaron lo del puntero, pero estamos alimentando mal por el otro lado… Y chico que se alimenta mal es una Argentina para el futuro destruida. Eso me parece que el gobierno lo tiene que mirar muy de cerca. Me parece que también el gobierno se ha encontrado con cosas sobre las que tenía que tomar medidas drásticas, pero me parece que también tendría que mandar el sistema de auditoría a ver qué comedores escolares eran truchos y qué comedores escolares eran verdaderos. Y a esos comedores escolares verdaderos darle la asistencia que le tenés que dar. Y a los truchos, obviamente, buscar el culpable, buscar quién se quedaba con esa plata, y meterlo preso.
—Con este esquema ecónomico que vos describís, ¿el gobierno se metió en una encerrona?
—Si vos tenés tanto alimento que tenés que exportar, tenés que ser competitivo afuera y con estos costos dejás de ser competitivo afuera. Nosotros decíamos “che, Uruguay qué caro está”, y hoy Uruguay no está tan caro como Argentina. Nos venimos nivelando, en los costos y en todo, con países como Uruguay y Brasil. Brasil el mayor socio que nosotros tenemos y si vos te va a nivelando, en algún momento Brasil va a decir, “che, vos me vendés muy caro, voy a tener que buscar otros mercados”. La verdad, no me gustaría ser ni Milei ni Caputo, porque la salida de esto es dificilísima. Encima no tenés a toda la política que te acompaña, que te ayuda, y que diga “vamos a hacer un cambio real profundo”. Yo no lo veo. Las dietas de los diputados, los senadores, yo no lo veo, no veo el ajuste del lado de la política. Sí veo el ajuste del pueblo, “che, me subiste la tarifa de gas, me subiste la tarifa de la luz”. Dicen “che, era muy barato”. Era muy barato en Buenos Aires, en Rosario no. La tarifa nuestra de los colectivos, la tarifa no está la luz, no era tan barato como en Buenos Aires.
—¿Se banca la Argentina una nueva crisis si este modelo no cierra?
—No lo sé, no lo sé, porque las macanas que se hacen no se ven el mismo año. Te doy un ejemplo del tambo. Yo tuve seca el anteaño, como yo tenía reservas el año pasado la pasé bien porque tenía comida hecha. ¿Cuándo me pasa la factura la vaca? Al otro año. Y acá es lo mismo. Todos los desajustes que se hicieron en el gobierno de Alberto Fernández, que te prohíbo comprar dólares, que te prohíbo esto, que te prohíbo lo otro. La factura empieza cuando empezás a desanudar eso, pero no es en el mismo momento. Yo creo que este gobierno supo, por lo menos a pagar el incendio. Por lo menos no explotó. Y ahora habría que rendir cuenta y decir “che, listo, logramos que no explotara esto, pero el consumo interno es un desastre, pero esto es un desastre, pero las pymes otro desastre, pero la empresa grande…” Hay que empezar a mirar cómo poner en funcionamiento el país. Hasta ahora viene desactivando bombas y mirando la macro. Bueno, después tengo que mirar la micro. Y la micro está complicada.
—El gobierno dice que la micro es cuestión de los empresarios y que ellos arreglan la macro y los empresarios se tienen que manejar solos.
—Bueno, si nos van a dejar solos que nos dejen solos. Dejen que el país avance con los empresarios. Poneme las reglas básicas y el resto le damos entre todos los empresarios, pero si vos tenés las indefiniciones que tenemos en un montón de temas y se pelean por el veto de esto o aquello. No estoy diciendo que no está bien que hayan vetado o no vetado, sino que vos me voté esto yo te voto lo contrario, o te lo veto. Entendamos que el país está incendiado y no se puede jugar más la política. No se puede jugar más. Que te ensucio, que no te ensucio, que te meto esta chicana, que te meto la otra, no hay tiempo, no hay tiempo, porque hoy esto subsiste porque mucha gente te dice peor era lo otro. Pero si yo veo que esto no me da resultado voy a terminar diciendo “esto era peor que el otro”. Hoy tenés ese hándicap para poder jugar, pero que los políticos se den cuenta que el hándicap para ellos no está.
—¿Hasta cuándo hay hándicap?
—Yo creo que hasta marzo del año que viene. Creo que hasta marzo del año que viene la gente va a tener paciencia. Pero bueno, el año que viene hay elecciones. Y los años en que hay elecciones se paraliza todo. No se hacen cambios porque el cambio puede restar votos. No se hacen cambios porque va a beneficiar a otro. Quedamos paralizados. Las elecciones de medio término son las cosas que tendríamos que sacar. Ya salió la hermana de Milei como candidata o hablar por primera vez. Ya se está pensando en las próximas elecciones. Un político tendría que estar pensando eso para dentro de tres años. Tendríamos que estar pensando en todos los cambios antipáticos que hay que hacer hasta que corrijamos esto de una vez por todas.
—Solés explicar que el proceso de extranjerización que hay en la industria láctea se asemeja a lo que pasó en algún momento en la industria aceitera. ¿Podés explicar un poco eso y si el Rigi ayuda a este proceso o lo complica?
— Mi papá tuvo la industria aceitera más grande del país y de Sudamérica, en los 90, con la marca Patito. Él en un momento ve que se vienen todas las multinacionales, Cargill, Bunge, ADM, todas las multinacionales empezaron a venir a poner una pata en la Argentina. Y él dijo “yo tengo corazón argentino, para competir en Argentina estoy bien, pero para competir a nivel mundial ya es otro partido”. Bueno, empezaron a venir las multinacionales y mi papá tuvo la suerte que Molinos Río de la Plata en ese momento tenía la marca Cocinero, mi papá la marca Patito, y eran prácticamente iguales. Tenían 40 y 40% del mercado y como se dice Cocinero se comió el Patito. Mi papá decidió vender la marca y vender la fábrica porque él veía que contra las multinacionales no iba a poder.
En la industria láctea si ustedes se fijan vino una empresa canadiense y llama Saputo que compró La Paulina y Molfino. Vino una empresa que se llama Savencia, que primero se metió como socio de Milkaut, terminó comprando todo Milkaut y Williner (Ilolay). Ya tenemos a Nestlé, desde hace muchos años acá adentro. Y después tenemos a Danone, que compró una parte en su momento de Mastellone, y ahora se metió en Mastellone a través de Bagley, junto con Arcor. Entonces, vos tenés Danone, Savencia, Saputo, Nestlé. Te faltaría Lactalis, que estuvo con una fábrica muy chiquita y se retiró de la Argentina, pero grandes no te faltan muchas de venir a dar otro zarpazo a la Argentina. Yo lo que veo es que acá de la industria media para grande va a quedar en manos de las multinacionales.
Por eso siempre digo que no tiene que haber diferenciación en la Argentina entre pyme y no pyme. Yo diferenciaría corazones argentinos o corazones extranjeros. Porque yo me financió igual que una pyme, en el mismo banco que una pyme, yo invierto en el mismo lugar donde invierte la pyme, y la pyme tiene beneficios que yo no los tengo. ¿Cuál es la diferencia entre una pyme y la otra? Que yo a lo mejor le doy fuente de trabajo a 800 personas y la pyme a 50, pero en el fondo del día yo le pago 800 personas y la primera paga 50 y el juego es el mismo. La gente piensa que es una más grande, va a ganar más plata, y no es así.
—¿El corazón argentino se lleva bien con el liberalismo o vos consideras que el liberalismo en esa parte hay que darle una vuelta de rosca?
—Yo me llevo siempre bien, siempre y cuando vos me ponga las mismas reglas de juego que tienen los de afuera. Si los de afuera pagan menos impuestos, nosotros también queremos pagar menos impuestos acá. Si yo juego en Argentina porque soy argentino y tengo un 40% de impuestos, un 50% de impuestos, por poner cualquier rango, y afuera pagan un 10%, estamos jugando un partido diferente. El de afuera ya tiene un 30% o un 40 que se ahorra por pagar menos impuestos y yo acá terminó pagando una locura.
Unos juegan con una tasa y otros con otra, uno juega con un nivel impositivo y otro juega con otro nivel impositivo. Si vos me vas a liberar las importaciones, fíjate que ese país que me va a mandar cosas para acá, no esté subsidiando, tenga la misma tasa de interés que tenemos nosotros, que tenga el mismo grado de impuesto que tenemos nosotros, porque si vos me abrís, no sé, a un país cualquiera que paga el 10% de impuesto a la Ganancia, y yo pago el 35, y si vos me abrís y yo voy al banco y acá me cobra, no sé, el 5% en dólares, y allá le cobran el 1%, yo ya entro con un 4% menos la tasa de interés. Primero acomodemos las reglas, que sean iguales, y después tirame al mundo.
—¿El anarcocapitalismo que plantea el presidente es una ingenuidad en términos económicos en ese mundo que vos describís?
—Yo creo que los argentinos no estamos preparados para que no haya gobierno, o alguien que nos ponga las reglas. Y si no, poné las reglas bien claras y castigá si no las cumplís. Si no es “siga siga”.